Puerta Maya, Tulum
Entramos en México por la puerta grande; en el aeropuerto la seguridad establecida anti cárteles dependía de un botón; si salía rojo como le pasó a la pareja de abuelos que pasaron delante de nosotros te registran hasta la goma de los calzones. Si por el contrario sale verde… ¡Bienvenidos a Cancún!
Playa de Tulum
En la furgoneta que nos llevaba al Hotel a ritmo de narcocorrido (prohibido en México) hicimos los primeros amigos, una pareja supermajetes, Raúl y Cris, que al final no eran pareja y han sido nuestros compañeros inseparables la primera semana de viaje. En vez de pareja resultó que eran dos amigos, gay y lesbiana, con los que el Gordo pudo saciar sus curiosidades habituales para divertemento de todos. El Hotel está padre güey, tiene un sinfín de cosas a gusto de Alvarito, que todo lo usa, todo lo bebe, todo lo come hasta a los gatos, “Ay que me lo como”.
¿Un licuadito?, Tulum
¡Quiero una coti!, Tulum
El pueblo de Playa del Carmen es como Marbella en pequeñito y tropical, vamos una guirufada que te cagas; gringos, canadienses, españoles y franceses por todos los lados. Las playas son increíbles, con arena blanca finísima y aguas turquesas; aunque no parece que estemos en el Caribe ya que el mar está picado todos los días. El clima es perfecto, no hace mucho calor pero con un 90% de humedad, por lo que si no aprieta el sol se está bien. Lo de llover depende de cómo le dé al Dios Maya de turno porque en una hora puede diluviar (no os imagináis de qué manera) cuatro veces y salir el sol otras tantas.
Templo de Kukulcán, Chichen Itzá
El observatorio o Caracol, Chichen Itzá
Después de disfrutar las playas y las comodidades del hotel, el lunes nos alquilamos un coche con nuestros dos amigos para ir a Chichen Itza (a unos 250 Km), que son las ruinas mayas que mejor se conservan de toda la península del Yucatán, elegida como una de las nuevas maravillas del mundo. Es impresionante, una vez que consigues zafarte de la nube de vendedores ambulantes que rodea la entrada apareces en toda una ciudad maya que tardas unas 3 horas en visitar entera, rodeada de una jungla con un pequeño lago llamado el Cenote Sagrado. Conocimos a unos chavalitos mayas que vendían artesanía con los que estuvimos bromeando y nos contaron la historia del lugar después de rechazar varios trueques mayas (si te descuidas te cambian a su suegra por unas zapatillas). Por la tarde, a la vuelta pasamos primero por Okua, un pequeño pueblecito donde no había más que casas, dos tiendas y la plaza del pueblo; y después por Valladolid, pero llegamos casi de noche por lo que solo pudimos ver el centro de la ciudad. ¡Por fin primera vez nos dio la sensación de haber llegado a México!
Templo de las mil columnas, Chichen Itzá
La casa de la iguana, Chichen Itzá
Okuense, Okua
El martes, de nuevo con coche gracias a nuestra peculiar pareja de amigos, nos fuimos a las ruinas de Tulum (60 Km al sur) donde dejamos a nuestros compañeros entrando a lo cómodo (por la puerta) y nosotros nos fuimos en busca de aventura y un huequito por donde pasar y así no pagar el ingreso. Hay que tener cuidado cuando un taxista te habla de distancias, sino pagas por 5 supuestos kilómetros y luego ves que no llega ni a 1; así que después de andar como 800 metros aparecimos en Playa Paraíso. Empezamos a caminar pegados al mar por las rocas hasta que nos podíamos más y tuvimos que pasar por la jungla de encima del acantilado. Después de dos tramos de avanzar 3 metros por minuto bajo un sol abrasador que casi nos hace perder dos kilos de peso, nos dimos de morros con las ruinas… ¡Ya estábamos dentro! Merecía la pena pues se llegaba a una poblado Maya muy bien conservado situado en frente de una playa donde pudimos refrescarnos un par de horitas antes de visitar las ruinas. Era un sitio donde la tranquilidad rondaba el ambiente salvo por las innumerables iguanas que corrían y se pegaban entre ellas encima de las toallas del personal.
Eran tontos estos mayas, Tulum
Papa y nene en las ruinas, Tulum
Paramos a comer en una taquería en el pueblo de Tulum. Lejos del bufet libre del hotel, pudimos probar unos tacos originales. Te preparan la carne en unas tortitas y te pones tu mismo la guarnición y salsas que prefieras. Si un mexicano os dice alguna vez que algo pica mucho, hacerle caso, no miente. El Gordo desafiando sus palabras volcó una copiosa cucharada de pure de chile habanero en cada uno de sus tacos. El Pelón con tres gotitas en uno de ellos casi se muere mientras que el Gordo devoraba los suyos en apenas dos minutos; resultado: hemos podido constatar que se puede sentir el latido del corazón a través de los ojos, de la presión que ejerce el picante. Nunca ninguno habiamos probado algo igual.
Playa con torreón Maya, Tulum
Playa de Tulum
Esa misma tarde fuimos a uno de los numerosos cenotes vecinos a Tulum… y ¿Qué coño es un cenote?, pues son pequeños lagos que están por la jungla en todo el Yucatán, de agua dulce y cristalina, donde por un módico precio puedes pasarte toda la tarde haciendo el bestia; saltando desde rocas y árboles sin peligro alguno porque hay como 7 metros de profundidad. Lo de sin peligro no era del todo verdad pues nos pegamos unos cuantos espaldazos de nivel al intentar mortales y demás peripecias.
Cenote escondido, 10 km al sur de Tulum
El ángel del Chuli, Cenote escondido
Los hermanos Derrick, Cenote escondido
El ángel del Pelón, Cenote escondido
La moraleja de la primera semana es que estamos ansiosos de dejar atrás las comodidades y el guirufeo para empezar de una vez la aventura de verdad. Próxima parada Cancún, a casa de León, un amigo mexicano de la Universidad. Veremos que nos depara…
¿Alto o adiós?, Okua