lunes, 13 de diciembre de 2010

Creando una casa

Llevábamos una semana esperando para poder ir al lote de autos usados que se celebra todos los domingos en Cancún. No nos queríamos precipitar en la compra, ya que no entraba en nuestros planes tirar dinero a la basura, pero la idea de tener una de esas viejas Volkswagen Westfalia con tropecientos mil kilómetros, era tan jugosa que ya nos veíamos pintándola de flores cual hippies setenteros. La otra opción que nos hacía gracia era la de ir en un Escarabajo, que circulan por todo Latinoamérica con edades tan inciertas como las de los indios lacandones. La mayor ventaja de estas dos opciones era el motor Volkswagen, no hay un taller en el mundo que el mecánico sea tan cateto que no sepa arreglarlo, y con nuestras pocas nociones de mecánica tiene pinta que antes o después lo necesitaremos.

Tenesi en la selva

Con estos miedos e ilusiones llegamos al estadio de los Atlantes de Cancún, el único equipo de primera división que tiene la ciudad. En su parking y en frente de este se celebraba el lote, con las míticas banderillas de colores de película de serie B americana, los precios escritos a rotulador en la luna y cientos de propietarios deseosos de sacar una buena tajada de la venta. Nuestras ilusiones de rememorar épocas pasadas se disiparon pronto; Westfalia no había ni una y Escarabajos, que los había de todos los colores y edades, resultaron ser físicamente incompatibles con las medidas del Gordo. El propietario del Escarabajo que más nos había gustado hasta el momento, viendo el interés que mostrábamos, intentó correr el asiento del conductor lo más atrás que pudo para demostrarnos que teníamos sitio de sobra. En el mismo instante que se sentó el Gordo, el asiento cedió hasta quedarse a ras de suelo, lo que provocó una carcajada en todos y definitivamente descartó al Escarabajo como compañero de viaje.


En el primer vistazo a los doscientos coches que habría aproximadamente, nos gustó una 4x4 Chevrolet que vendía una pareja de húngaros, con un motor con muy buena pinta que consumía unos 10/12 litros cada 100 km. El principal problema era este, el consumo era excesivo para las prestaciones que nos daba, ya que no podíamos meter una cama en su interior, y tampoco necesitamos la potencia de un 4x4. Aun así, nos llevamos su teléfono por si nos arrepentíamos. El motor Volkswagen seguía dando vueltas en nuestras cabezas, por eso, y por los buenos recuerdos que nos quedan tanto al Gordo como al Pelón, cuando vimos que había bastantes Golf, cambiamos el objetivo de nuestra búsqueda, decidimos modernizar nuestras pretensiones. Probamos los dos Golf caja 3 que entraban en nuestro presupuesto, el primero de ellos tenía una calavera como caja de cambios, y otras dos pequeñitas a juego en los pestillos, lo que de primeras nos hizo gracia. Después de probar ambos y escuchar sus más que cascados motores, nos sentamos a disfrutar de unas naranjas con chile (típico aperitivo callejero mexicano) a la sombra de un árbol para poder recopilar nuestras opiniones y posibilidades.

Otra visón del mundo

Hasta aquí habíamos hablado con unos 30 propietarios, probado 3 coches y dado catorce vueltas al lote bajo un sol abrasador y con el cansancio de haber dormido unas tres horas. Rendidos al destino de empezar el viaje a pie e intentar la compra del auto en Chiapas, siguiente etapa de nuestra ruta, decidimos retirarnos a casa en busca de la piscina. Cuando casi habíamos salido del lote, el Chuli avistó a Tenesi a lo lejos, una Ford Aerostar azul pastel del 92. Tenía muchas ventajas, siete plazas, posibilidad de meter una cama dentro, aunque todavía no sabíamos cómo, y motor Ford, que en América significa recambio de piezas seguro. El único inconveniente que vimos fue el consumo, según nos dijo el propietario, unos 14 litros a los 100 para alimentar un motor 3.0 de 6 cilindros en V, con 182 caballos, cuando nos dijo el motor casi se nos salen los ojos de las órbitas. La edad y el kilometraje no eran óptimos, pero tampoco exagerados, la mayoría de edad para 242.000 km, o así nos la vendieron. El vendedor era un mexicano de unos 50 años con su hijo de 6, parecía de fiar, aunque nunca se puede saber. Fuimos con él a probarla y a los 5 minutos de ver lo bien que sonaba, la facilidad de conducción que tenía y lo cómodos que estábamos, se dibujó una sonrisa en la cara de los tres al saber que habíamos encontrado nuestra nueva casa para el próximo año. Las facilidades que te da la administración mexicana hicieron que tras hacer un contrato de compra venta y pagar los 21.500 pesos (1380 €) que nos costó, pudiésemos estar de regreso en casa a tiempo de disfrutar de la ansiada piscina, con Tenesi aparcada en la puerta. Su nombre se debe a que en el Estado de Tennessy es donde empezó a rodar nuestra amiga.

Hogar, dulce hogar

Como europeos inexpertos en viajes largos y compraventa de autos, hasta dos días después de la compra no nos dimos cuenta que lo que marcaba, como buena furgo americana que era, eran millas en vez de kilómetros. ¡Menudo cambio! La furgo pasó de tener 240.000 km a unos 380.000 km, todo por el capricho del sistema métrico anglosajón. Para nosotros no cambió nada, confiábamos en ella y lo seguimos haciendo. Gracias a Bobby, la pudimos llevar a su taller de confianza donde José, el jefe de los mecánicos, la revisó durante dos horitas largas por el módico predio de 200 pesos (13.30 €). Nos dijo que el motor estaba en muy buen estado y que era muy dura, según él, cree que podremos llegar. De momento la estamos descubriendo y cada vez nos agrada más, parece hecha a medida.

Tenesi antes del trabajo

El siguiente paso era convertirla en una casa. Los cinco asientos de atrás se podían abatir, lo que nos dejaba hueco para una cama de 2.00 x 1.50, más de lo que podíamos esperar en un principio. Compramos tres tablas a medida para hacer un somier desmontable por si queríamos volver a la posición inicial de siete plazas. Colchón fue algo más difícil encontrar uno a la medida, ya que los Queen Size, modelo que más se acerca con 1.90x1.50, son muy altos todos y nos dejaban apenas 40 cm de la cama al techo. Después de mucho buscar y gracias de nuevo a la estimable ayuda de Bobby encontramos uno que entraba exacto, era fino y asequible, 1600 pesos (100 €), con las almohadas y el primer juego de sábanas por 600 pesos (40 €) más. En Cancún comprobamos que funcionaba y una vez tuvimos todo dentro partimos camino a Chiapas, estábamos cansados de estar en la misma ciudad desde 10 días antes.


Una vez llegados a Palenque ya habíamos probado la comodidad de nuestra nueva cama dos noches y era bastante aceptable en comparación a la hamaca, el sofá y el suelo donde llevábamos una semana durmiendo. El único problema es que además de ser un poco estrecho para los tres, al estar tan cerca del techo, el calor es demasiado agobiante además de ser un poco dificultosa la entrada y la salida por estar muy alto. Sentíamos la impresión de que con unas horitas de trabajo y unos pocos pesos podíamos convertirla en una señora mini caravana. Compramos todo lo que nos hacía falta, nos fuimos a un descampado que fue nuestro parking tres días y nos pusimos manos a la obra. Conseguimos separar los respaldos de los asientos traseros para utilizarlos como base del somier que aguantará el colchón. Con esto ganamos unos 20 cm de altura, lo que supone muchísima amplitud y deja entre los asientos el espacio necesario para las maletas, hasta seremos la envidia de muchas de nuestras amigas cuando les digamos que teníamos zapatero debajo de los asientos. Atrás en el mini maletero hay espacio suficiente para los sacos de dormir, una pequeña caja de herramientas, tres garrafas de agua, unas sudaderas y tres cajas de madera que compramos por 5 pesos (0.30 €) cada una en una frutería. Las cajas son del tamaño exacto y podemos distribuir en ellas material de playa, comida y útiles de aseo para tener todo a mano.

Comodidad

El primer paso está hecho, la cama y los bártulos acomodados. A partir de ahora vienen los pequeños arreglos que facilitan el día a día, unas cortinas con cuerdas y bridas que empezamos a coser con mucha motivación los tres, hasta que conocimos a Kelly, una francesa que nos descubrió la facilidad con la que se hace un dobladillo con una grapadora. Cortinas puestas, compramos unas mosquiteras que pegar con cinta por fuera de las ventanas antes de irnos a dormir si queríamos despertar sin ser devorados primero. El último toque de decoración fue atarle en la antena de la radio una bandera de México que nos regalaron en un restaurante en Chetumal y, por supuesto, dejarle colgado en el retrovisor central el rosario de madera que llevaba, no por devoción, sino por lo macarra que queda y lo útil que puede ser en el continente más católico del mundo.

!En marcha!

viernes, 10 de diciembre de 2010

México. Cancún, iniciando el viaje.

Refrescando ideas, Bacalar

Fue en la piscina del Gordo una tarde de Junio entre chapuzón y chapuzón, hablando del año que nos esperaba, cuando nos dimos cuenta que ninguno quería quedarse en Madrid otro año trabajando precariamente y soñando con los lugares que nos gustaría ver. Ese día dijimos el primer “¿Y por qué no?” (Estilo de vida patentado por nuestro amigo el Negro) del viaje que nos ha traído hasta estas tierras Mayas de la península del Yucatán. Esa tarde nos vino a la memoria en la piscina del hotel de Playa del Carmen cuando cargábamos las mochilas, para irnos rumbo a Cancún sin dirección ni ruta fija a partir de ese momento.




Destino incierto en el caribe, Cancún


Todavía nos quedaba un as en la manga, en Cancún se había ofrecido a hospedarnos León, un amigo mexicano de la Facultad. Llegamos por la tarde entre tremendas medidas de seguridad debido a la celebración de la COP16 la semana siguiente a nuestra llegada. Existe un claro intento del Gobierno Mexicano de hacer ver a la opinión pública mundial que controla la seguridad de su país frente a las oleadas de violencia que sufren las ciudades del norte. La cumbre medioambiental marcó nuestros días en Cancún por los continuos retenes militares que sitiaban la ciudad y porque León trabajaba todos los días en eventos relacionados con la cumbre. Y al final… ¡Todo para nada, vaya fracaso de cumbre! Los de siempre dicen que no se acuerdan ni de Kioto ni casi de su madre y hasta 2012 que nos veamos de nuevo.

Control de armas y drogas a la salida de Quintana Roo


Cualquier mañana en Canún


Quedamos con él esa misma noche en el Parque de las Palapas, una céntrica plaza donde la gente disfrutaba de una cerveza o un licuado mientras los niños jugaban en coches eléctricos de choque… ¡Por el centro de la plaza! Apareció en un 4x4 con tres amigos para recogernos e ir los 7 a su casa; como imagináis el coche tenía 5 plazas pero lo de ir mil y la madre por coche aquí es como una costumbre. Esa primera noche conocimos a 10 amigos de León, con los que creíamos que compartiríamos nuestra segunda semana. Para decepción nuestra solo volvimos a ver a Kandur, novia de León y a Bobby, un amigo medio mexicano medio tejano del que luego hablaremos. La casa era un apartamento pequeño pero muy acogedor en la zona hotelera en frente de la Laguna de Cancún. Sería nuestra casa para la siguiente semana, casi como un apartamento alquilado en Gandía ya que León aparecía pocas horas por ella debido a su trabajo. Eso sí, las tres camas que tenía eran una hamaca, un sofá pequeñito y el suelo; así que había que ir cambiando cada noche de sitio cual yincana.

La mejor de las camas, Cancún


Los ratos libres que tuvimos aprovechamos para bucear con snorkel por Punta Cancún; ir a un festival de jazz de vuelta en Playa del Carmen, esta vez con León y su novia; festejar por todo lo alto los cinco regalos que el Barça hizo al Pelón por su cumple; y degustar la comida local entre comilona y comilona en el hotel Riu Cancún o Riu Caribe. Sabíamos que no debíamos tirar las pulseras del todo incluido y ¡Línea!, dos hoteles Riu en Cancún. Un pequeño paseo para avistar mejor y ¡Bingo!, llevan nuestra misma pulsera. Gracias a los buenos consejos de la Guía Troncha para economizar en los viajes, disfrutamos de varios copiosos festines en todos los restaurantes de ambos. La comida local nos había llamado la atención desde que llegamos, pero pudiendo comer gratis, para qué gastar. La primera vez que nos plantamos delante de una taquería, nos maravillamos mareados por las infinitas posibilidades de platos que podíamos elegir: Tortas, Tacos, Quesadillas, Gringas, Milanesas…; todos ellos de mil carnes diferentes: Cochinita, Res, Asada, Pastor, Pollo, Arrachera... Después de haber vuelto loco a preguntas a más de un tendero para intentar descubrir los ingredientes de cada uno de estos manjares, tuvimos que desistir pronto al darnos cuenta que la gran mayoría de los puestecitos solo tenía Tortas y Tacos, con excepción de los que también disponían de Quesadillas. Son diferentes formas de preparar lo mismo con algún matiz que cambia si no le echas picante, porque si decides hacerlo, el sabor del chile habanero mata todos los demás dejando un rico rastro de fuego por toda la boca.

Al frio de la parrilla, Chicanná

El sábado por la noche nos acostamos bastante tarde por el concierto de jazz, y dormimos muy poco, pero a ninguno se le pegaron las sábanas, era el día que se hacía el lote de coches usados en Cancún y queríamos estar los primeros. Llegamos a un escenario sacado de película de los Hermanos Cohen, un descampado a los lados de una avenida principal, que rodea el estadio de los Atlantes de Cancún, decorado con banderillas de colores que volaban de poste a poste de madera. En el lote podías encontrar desde Mustang, nuevísimos 4x4 y Corvette, hasta Escarabajos con 800.000 km y llamaradas pintadas en las puertas. Vimos imágenes muy pintorescas de vírgenes de oro, rosarios a juego con la tapicería de los coches tuning, calaveras en la palanca de cambios y pestillos, o al Gordo probando si podía conducir un escarabajo; después de que el propietario del coche estuviera 15 minutos echando el asiento para atrás, cuando intento sentarse casi se desmonta en mil piezas. Después de haber probado dos Golf que sonaban como cafeteras rotas y no ver nada que nos convenciese, tras 7 horas con 30 grados y un sol de muerte que tostaba nuestros pensamientos, decidimos rendirnos y volver a casa. En el camino de vuelta al autobús deparamos en una camioneta Ford azul, fuimos a verla y entraba en nuestro presupuesto, eran 24.000 pesos que tras media hora de negociación se convirtieron en 21.500. La probamos, nos gustó y decidimos confiar en ella. Los papeleos en los países latinos se hacen rápido, en dos horitas más estábamos en casa con Tenesi aparcada en la puerta. El nombre vino porque sus primeros pasos los dio en Tennessy hasta que el majete que nos la vendió subió a por ella por fortuna nuestra.

Tenesi recién adquirida


Tejanos del sur, Chetumal


Los días posteriores los dedicamos a poner a punto la furgo, llevándola con Bobby a José, su mecánico de confianza, y lo cierto es que estábamos acojonados. ¿Habríamos tirado 1.400 euros a la basura? José la revisó por un par de horas mientras aprovechamos estar en un polígono de Cancún para encargar a medida las tablas que serán el somier de nuestra cama. Volvemos al taller y ¡Parece que no!, según él hemos hecho una buena compra y es el primero que apuesta por que lleguemos. Gracias a Bobby, con el que compartimos mil carcajadas los tres días que estuvimos con él, compramos también un colchón barato que parecía hecho a medida para nuestra furgo y el hueco del que disponíamos. Ya tenemos casa para los próximos 300 días. La próxima semana dedicaremos un especial para presentaros nuestro nuevo hogar.

Recordando las lecciones de Mama, Chicanná


El sábado, con la sensación de haber pasado una semana en un apartamento de la costa levantina dejamos atrás las grandes concentraciones hoteleras con destino a Chiapas, un paraíso natural en el sur de México. El viaje nos llevará dos días, ya que tenemos 1.000 km de carretera de un carril en cada sentido y el del “centro” opcional si el de atrás tiene mucha prisa. Pasamos de nuevo por Tulum rumbo sur hasta llegar a Bacalar, un pueblo con un antiguo castillo español usado para defenderse de los piratas, al borde de la Laguna Azul. A sabiendas de que esa noche no podíamos contar con una ducha, nos quitamos los calores del viaje bañándonos en el agua azul casi eléctrico de la laguna. Se respiraba la tranquilidad más allá de las aglomeraciones de turistas, solo disturbada por dos grupos de niños que racaneaban al sol los últimos chapuzones en una balsa de agua cristalina. Cuando se fue la luz nos dirigimos a hacer noche en Chetumal, capital del Estado de Quintana Roo, del que todavía no hemos salido.

Laguna Azul, Bacalar


Laguna azul, Bacalar


Chetumal es una ciudad casi fronteriza con Belize, y además capital, por lo que hay tiendas, puestos y restaurantes allá donde mires. El sitio no es muy bonito pero para hacer noche es más que suficiente. La ciudad madrugó pese al ser domingo, igual que nosotros, todavía nos esperaban 500 km por delante y la necesidad de llegar a las ruinas de Calakmul antes del alba. La premura se debía a que todos los anocheceres en el km 107 de la carretera que va de Chetumal a Escárcega, entre las ruinas de Calakmul y Balamkú, hay un cenote sin agua con una cueva en la que mora una colonia de 2.500.000 de murciélagos. Al anochecer el apetito les despierta para ir en busca de alimento, y salen todos juntos de la cueva formando espirales de miles de ellos. El espectáculo dura unos 20 minutos, y si te sientas al borde del cenote a observar, te pasan a menos de 3 cm del cuerpo demostrando sus increíbles habilidades aéreas. Como tuvimos que hacer tiempo, nos hicimos pasar por corresponsales de El País en México para no pagar la entrada a las ruinas de Balamkú, y poder pasear entre unos de los frescos Mayas que mejor se conservan. Desde allí corriendo a ver los murciélagos y de nuevo al coche para intentar llegar a Palenque. Tuvimos que viajar hasta las 11 de la noche, ya que desde que dejásemos Chetumal las carreteras empeoraron considerablemente, lo que dilató bastante la marcha. Por fin llegamos a Palenque después de dejar atrás los estados de Quintana Roo y de Tabasco. Ya estamos en Chiapas.

Ruinas de Balamkú